Cuatro años ha de este texto viejo. Hoy ya no se llama Salón 21, sino Salón Vive Pajarraco; hoy el brincoteo ya no fue en la orilla, sino en el meritito tercer círculo de los trancazos (el de las damitas varias que observan a los descamisados, guardaespaldas de por medio); antes no usaba blog, y ahora sí señor.

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Que empiecen los trancazos
Marzo 2005

Tres visitas tres a las taquillas del Salón 21 para intentar canjear el cupón promocional (llevelleve barabara un amigokit y dosentradasalconcierto quinientopeso) por los dos boletos prometidos. "Uyyy, no, señito, 'ora no hay sistema" "Uyy, no señito, ya no hay boletos". La señito montando en cólera. Varias llamadas telefónicas para desfacer el entuerto. Unos cuantos mililitros de bilis después, ya bañadita, emperifollada (je, palabra de dudosa moral) y bien acompañada, la señito se apersona nuevamente en el dichoso Salón y le dedica su más amable mirada de "nomesalgasconquenosepuede" al fulano de la entrada. En escena un pobre hombre berreando a Pixies. Calladito se ve más bonito, ¿qué no le avisaron? Por fortuna unas amables señoritas llegan a rescatarlo de su miseria.

Por fin aparece la orquesta. Aquí la señito, que a estas alturas ya recuperó la compostura y es más bien una damita enfundada en faldanegrayblusaescotada dispuesta a bailonguear, se entera de que allá en esas tierras la "c" se pronuncia distinto: ¡Kusturitzaaaaaaa!

Que comience la fiesta.

Nada hermana a los hombres como chupar juntos, dicen. Nada hermana a los hombres como entrarle juntos a los trancazos, digo yo. O de perdida al slam light, hay que guardar un poco las apariencias en este lugar público. Pero sucede que es inevitable descubrir la vena de violencia fraternal cuando empiezan a sonar las notas de aquella pieza de Underground, la que acompaña alegremente a la madriza que se ponen Marko y Blacky en el bar. Aquí la damita brincotea desde su orilla.



¿Y quién de todos es el famosísimo director? Conforme avanza la noche, deja de ser relevante. No Smoking Orchestra, más que "la banda de Kusturica" es la banda donde toca Kusturica. Y más que eso, es un montón de músicos jariosos divirtiéndose horrores sobre el escenario.

Emir recupera su dosis de protagonismo, sin embargo, encarnando al mismísimo mal-guitarra y retando al bien-violín-juez bajo un arco gigantesco. Actos de magia y de virtuosismo. Piezas que pueden durar días y noches enteras, dice el cantante, quien intenta convencer a unas chicas para que se quiten la ropa, aunque no le hagan caso. Por lo menos en escena. Y aquí la damita sigue brincoteando y bailongueando. Coreando, cuando corresponde: "life is a miracle". Presenciar a un grupo que festeja la vida haciendo música que mueve -caderas y emociones- completa el encanto para esa noche.

La vida, en efecto, es un milagro.

Addenda, abril 2005: lo de hoy es invitar a una amiga embarazada a un concierto de estos señores en el Zénith, con su entonces futura hija rebotando en la panza. Congratúlome de haber contribuido a sus gustos musicales nonatos.
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¿Y la receta? Agua, muchachos, mucha agua. Raras veces sabe mejor el agua simple como al regresar del meritito tercer círculo del slam, con el ánimo de tranquiza bien instalado en los músculos y en la garganta. A veces hay que preparar cuidadosamente el paladar a fin de gozar adecuadamente el manjar.

Desde esta tribuna valiente y veraz hago un llamado a los fans del queso para congregarse en el Mercado de San Juan el próximo sábado 4 de abril a mediodía.


La Jersey
Mercado de San Juan
Ernesto Pugibet, entre José María Marroquí y Luis Moya

(aquí mero)


 

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